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Isaca

De soñar contigo

De soñar contigo Desperté.
Abrí un ojillo. Todo me parecía tan extraño…Lo primero, una chimenea. ¿Pero cuando he tenido yo una chimenea? Y además, ¿qué hace apagada? Si yo tuviera una chimenea siempre estaría encendida, aunque fuese pleno agosto. Ahí, las llamitas, con el cricri de quemarse…que lindas, que sonido tan agradable. Bueno, volvamos a lo importante.
Mirando sin mover la cabeza, vi una tele encendida, con las noticias. Miré el reloj de las noticias y marcaba las siete y media de la mañana. ¿Qué carajo hago yo despierta a estas horas? Qué coño…¿dónde estoy?
Me di cuenta que también veía una butaca antigua, una mecedora, vamos. De esas de madera vista y que no tienen relleno. Y me imaginé una butaca cotilleando con otra de que si tal butacón se había puesto relleno y ahora se hacía el importante. Cuando me quise dar cuenta, ya tenía la cabeza otra vez en las nubes.
Bueno, sigamos investigando. Encontré con la mirada mis pantalones doblados encima de una silla, mi camiseta y mi chaqueta deportiva cuidadosamente encima del respaldo de la misma silla. Mis deportivas estaban justo a los pies, si, de la misma silla. ¿Desde cuándo coloco yo tan bien la ropa? ¿Por qué está así y no tirada? ¿Por qué soy tan gilipollas de siempre dejarla mal colocada y no como está ahora, si luego tengo que plancharla a la mañana siguiente, si está limpia, para volvérmela a poner?
Uy! Qué extrañez…siento una mano en la cadera. ¿Desde cuándo lleva esa mano ahí? Es agradable, que mano tan grande, y que calentita está. Mejor dejarla ahí.
Instantáneamente me di cuenta que también había un espejo, y que en este se reflejaba un frigorífico, y una especie de cocina. ¿Desde cuando duermo yo en una cocina? ¿O desde cuando tengo una cocina en mi dormitorio?
Bien, la mano sigue aquí. Cada vez es más agradable. Ahora también noto una respiración, un calorcillo que cada poco tiempo me llega a la nuca en forma de viento suave. Acerco mi mano a la mano misteriosa, sin mover el cuerpo ni girar la cabeza. Es una mano suave. Oye, pues si que es grande la mano, si.
Bueno, dejemos la mano y a ver si sabemos donde estamos. La chimenea, la tele, la butaca, la nevera, el espejo…no, mi casa va a ser que no es. A ver si es la casa de el resto del cuerpo de la mano.
Joder, que vergüenza, llevo 2 minutos sin saber donde estoy.
Ay, ay, ese olor, ese olor a mi me suena. Es como gel de ducha, si, es gel de ducha, conozco la marca, pero no huele igual. Es olor de gel mezclado, si, es gel de ducha mezclado con olor corporal. Enseguida huelo el olor corporal a las personas, y lo identifico con ellas. Igual que el tintineo de las llaves al entrar al portal, enseguida sé qué vecino es. Ese olor, me gusta, y la persona que lo tiene también me gusta mucho.
Me di la vuelta convencida, ya sabía de quién era la mano. Sólo me había costado dos minutos y medio. Intenté moverme despacio, para no despertarle. Claro que me gustaba el dueño, tanto que llevaba dos años y medio queriéndole. Miré sus ojos, cerrados parecían mucho más pequeños, y no se apreciaba lo extremadamente negros que son. Tenía barba de 4 días, eso solo podía significar que estábamos de vacaciones. Pero, ¿dónde? Subí una mano y le acaricié la mejilla, pinchándome con la barba, suavemente para no despertarle.
Esto yo ya lo he vivido. Da igual, me gusta, y si lo he vivido ya, pues dos que me llevo. Le besé la frente. Ahora tenía más campo de visión.
Una puerta de cristal, y detrás, una antigua de madera. ¿Una puerta de cristal? También me fijé en el techo, de vigas vistas. Qué bonitas, siempre he querido tener un techo así. Vi una telaraña y me asusté. Pero recordé que mi acompañante siempre mataba las arañas por mi, estuvieran donde estuvieran, o fuera la hora que fuera, independientemente del tamaño de la araña.
Por el frío que hace tenemos que estar en febrero o marzo. Vale, o sea, que estamos en las vacaciones de semana santa…pero sigo sin saber donde.

Opté por levantarme, abrir la puerta y mirar el entorno. Solo llevaba unos pantalones cortos y una camiseta de fútbol, y si dentro de la cama tenía frío, fuera de ella era criminal. Al salir de las sábanas refunfuñó algo, y a mi me dio la risa tonta, que me da siempre cuando pasa cualquier cosa mínimamente estúpida y se que no me tengo que reír, principalmente para no despertarle, principalmente para no tener que reprimir el deseo de preguntarle donde estamos y que se descojone de mi. Aunque él nunca haría eso.
El frío se me metía por los pies, pero estaba feliz. Igual que el día que duermes bien, o tienes un sueño agradable, y al despertar, estás contenta, y no sabes muy bien por qué.
Enfilé hacia la puerta. Abrí la de cristal. Abrí la de madera. Y no vi nada. Vamos nada, nada interesante. Muchas montañas, un río a unos 20 metros, muchos árboles, y algunos gatos que me miraron, pensando qué haría una tía con esas pintas y a esas horas mirando alrededor como si fuese boba.
No había ni una casa, ni un coche. Ni una sola persona. Era, como el desierto, pero con montañas y verde, mucho verde. Di la vuelta a la casa, pero nada, lo mismo, el mismo paisaje mirara por donde mirara. Entré, cogí el móvil, y no había cobertura. Qué sorpresa.
Volví a la cama, le volví a besar en la frente, y me acosté pensando que aquello era el paraíso, solos él y yo en una casa justamente perfecta para nosotros.
Y fue ahí donde escuché una voz femenina. Por supuesto no salía de sus labios, ni de los míos, ni de la tele. Me llamaba por mi nombre, y me entró miedo. Me abracé fuerte a él, y le pedí que me cuidase. Él sonrío dormido, yo también. La voz me seguía llamando. También era una voz familiar.
Y tanto que era familiar, era mi madre. ¿Mama? Arriba Isabel, arriba hija, que hay mucho por hacer. ¿Mama, dónde estás?
Entonces me di cuenta de todo. Estaba en un sueño. Un sueño que me recordaba nuestras últimas vacaciones en Asturias, en semana santa. De la noche que deseé que nevase tanto que nos quedásemos incomunicados, y pasar allí el resto del tiempo.
Así que le volví a abrazar fuerte, le dije que le quería, y desperté, no sin una sonrisa en los labios y la mirada de mi madre como suele ser normal, pensando “Esta niña toma drogas"."

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